Estados Unidos.- Se cumplen 6 años de aquella semana que se iniciaba con la trágica noticia de que el afamado actor Robin Williams se había quitado la vida durante el rodaje de la película “Una Noche en el Museo: El secreto de la tumba”, la tercera parte de la exitosa franquicia que era grabada en Vancouver, Canadá.
Su maquilladora Cheri Minns, reveló que la depresión del ganador de premio Oscar era tal que él «lloraba en mis brazos al final de cada día. Fue horrible. Horrible«.
El actor le confesaba que ya no podía recordar sus líneas, a lo que Minns le sugería que recuperara su confianza. «Él solo lloró y dijo: ‘No puedo, Cheri. Ya no sé cómo ser gracioso'».
En la biografía “Robin”, de Dave Itzkoff, que proporciona nuevos detalles sobre los días finales del comediante, se revela que sufría de demencia y que en su último año de vida tuvo que lidiar con algunos síntomas terribles que no le permitieron ser el Williams que todos conocían.
El 11 de agosto de 2014, el protagonista de “Papá por siempre” aún no había salido de su habitación, y su asistente, Rebecca Erwin Spencer, se preocupó. Tras abrir la puerta con un clip, encontró una escena espeluznante: Robin Williams se había ahorcado con su cinturón.
En 2016, la viuda del actor, Susan Schneider, publicó en Neurology (la revista de la Academia de Neurología de los EUA), una conmovedora carta sobre la enfermedad neuronal que padecía su marido, uno de los motivos que lo llevaron a suicidarse a los 63 años.
En el texto narró que el actor sufría de «demencia con cuerpos de Lewy», un trastorno neurodegenerativo que afecta la memoria y las capacidades motoras.
Esta enfermedad le causaba al actor «paranoia, alucinaciones, insomnio, fallos de memoria», además de «respuestas emocionales que nada tenían que ver con su carácter».
Williams, sin embargo, no conocía las causas de esos síntomas, aunque sí sabía que estaba enfermo de Parkinson. De hecho, la familia del actor conoció esta otra enfermedad solo tras los resultados de la autopsia, tres meses después de su muerte.
